Fue en primavera del año 1982 ,unos días antes de la romería de San Benito, al atardecer tres adolescentes decidieron subir al Arquillo en busca de caracoles.
Una vez llegaron al lugar denominado El puente de la
Fontanita (para quién no lo conozca, se trata de un puente por el que pasa la
carretera al pasar el primer arroyo que
existe junto a un pilón que hay al poco de pasar este arroyo antes de llegar a
la primera calleja, La Calleja de la Viña y nos conduce al caserío de dicha
villa) se desviaron de la carrretera y comenzaron a subir por el arroyo que
trae las aguas procedentes del pilón de “la Canal” al arroyo de la Canaleja,
ya que debido a la hierba abundante existente proliferan muchos caracoles en
esa época a principios de primavera.
Los tres jóvenes subían entusiasmados dedicados al asunto
que llevaban entre manos y así en todo el arroyo arriba llegaron al final del
mismo lo que es igual, hasta la Canal, donde se encuentra el último huerto por
los que va a discurrir el citado arroyo y que es propiedad de Herederos de José
Boticario. Esta finca está bordeada por las partes Norte al propio pilón de la
Canal, la parte Oeste por la calleja de bajada hasta la Calleja de los Bolos y
la carretera y Este por la calleja de la Canal y terrenos públicos.
Llegados pues al final trataron de salir de la fusca tras haber llegado al final del arroyo, mediante un pequeño portillo o mella allí existente y que daba a la calleja de la Canal, precisamente en un tramo en que se encuentra una finca denominada “las Calzadas” y que siempre conocí como propietario al mismo de la finca “El Baldío”. Al querer saltar la pared, hacia la calleja, quedaron sorprendidos y asustados, cuando observaron en la última calzada de más alto nivel, que era donde ellos estaban y por donde pretendían salir, vieron una figura de virgen muy guapa, con las manos juntas, muy brillante, como de luz y con un manto cubriéndole la cabeza y mucho resplandor y rayos a su alrededor. Los muchachos se asustaron y salieron corriendo sin parar hasta Cañaveral. Acordaron no decir nada a nadie, ni incluso a las familias, por temor a que se burlasen de ellos.
Al siguiente año volvieron al mismo lugar, pero nada extraordinario pudieron observar y este suceso lo tuvieron guardado en secreto durante años…