sábado, 5 de diciembre de 2020

RELATOS E HISTORIAS DE LA VILLA DEL ARCO: LA CANAL

Dos son los accesos que nos conducen a este bello paraje de La Canal. Bien sea desde la Plaza del Álamo o desde la propia carretera que conduce a Arco, a pocos metros de la salida de la Calleja de los Bolos, subiendo a la parte derecha por el carril existente.

Si bien es cierto, no tener datos eficientes al respecto, pero posiblemente sea esta la primitiva fuente que hubiera en El Arco. Su manantial, a no muchos metros de distancia, conocido localmente como “el nacimiento del agua” brota entre unas peñas y mediante una arqueta existente junto al arroyo, divide el agua a las dos fuentes: una que abastece el pilón de la Iglesia y va entubado y otra que va a la Canal con más caudal, por cuanto esta discurre arroyo abajo y se va recebando por los márgenes de éste, en medio de helechales y jaras.

Un pilón grande, redondo, con los lavaderos de pizarra y otro más pequeño, unidos ambos por un paso de pizarras y que servía y sirve para pasar de un lado al otro. Valía el primero para lavar la ropa, pues mucha gente de Cañaveral subía a diario a lavar ropa ajena y así se ganaban la vida. El pilón pequeño era destinado para aclarar la ropa, la cual luego se tendía sobre las peñas y arbustos de la zona.

El agua procedente del arroyo, caía a una hermosa pila de granito que está adosada a un pequeño muro que cortaba el arroyo y el agua sobrante del único caño sobre la pila, rebosaba mediante una “pesquera” y seguía al denominado “Arroyo de la Canaleja”. Esta pila de granito se encuentra muy deteriorada por cuanto los horneros aguzaban los calabozos de rozar las jaras en la misma.

Las aguas de este pilón eran conducidas mediante un canal de ladrillos adosado a la pared de los huertos de la denominada “Calleja de la Canal” hasta la Plaza del Álamo, siendo destinadas al riego de las diversas fincas o bien para conducirlas a “La Laguna del Ejido” juntamente con las del pilón de la Iglesia, donde igualmente subían las lavanderas para ganarse su sustento caso de estar ya completos los lavaderos de la Canal. El pilón de la Iglesia era más para la gente del Arco, quién también lavaba ropa ajena de las personas adineradas de Cañaveral.

La zona izquierda del manantial de Arco, es conocido como “el Valle del Nuestra Señora” visto desde este pilón de la Canal. Es lugar, en un día de la Romería de san Benito de Cañaveral, debido a una fuerte tormenta y como consecuencia de una enorme tromba de agua en la zona de la Sierra, arrastró una gran cantidad de peñas, gravas y tierras, lo cual cubrió prácticamente toda aquella zona, de tal modo que la enorme avenida rompió la pared del huerto en que comienza el arroyo quedando sepultados tanto el propio arroyo, así como los márgenes de este, hasta cerca de la carretera. Todo parecía una enorme explanada, con ambos pilones y sus alrededores totalmente cubiertos por lo arrastrado arroyo abajo desde la Sierra. Fueron muchos años lo que se tardó en devolver al lugar su original estado, aunque hoy en día todavía se pueden ver algunas de las enormes piedras que fueron arrastradas por la escorrentía en los alrededores del mismo.

Como nota curiosa, a continuación paso a manifestar lo relativo a la sesión celebrada el 7 de Agosto de 1898 en que el Concejal Francisco Hernández se manifestó que teniendo noticia que en el inmediato pueblo de Cañaveral se encuentran varias personas con viruelas y siendo muchas personas que vienen a lavar ropas a este pueblo de El Arco, del referido pueblo era preciso adoptar algunas medidas para que no se contagie en este pueblo. Varios señores concejales hicieron uso de la palabra y después de una amplia pero razonada decisión, acordaron  por unanimidad: “Que se prohíba desde este día el lavar paños a las lavanderas del inmediato pueblo de Cañaveral en el pilón denominado de la Iglesia bajo la multa de una peseta y veinticinco céntimos quede comprendida en la misma multa cualquiera lavandera que ablande paños en el pilón pequeño de la Canal quede prohibido asimismo e incurran en la misma multa la persona que se vea meter paños en la pila donde beben las caballerías ni mucho menos ponerlos encima de los bordes de la pila donde estén discurriendo las aguas.”

Texto original: Manuel Ramos González

Texto editado: Emilio J. Orovengua