Su puerta de entrada daba lugar
al zaguán que a la vez hacia de cocina, pues frente a la puerta se encontraba
la chimenea y el poyo de los cántaros. A la derecha estaba situada una pequeña
habitación con ventana y verja de hierro, mirando hacia el Ejido. En la parte
izquierda, un corto pasillo conducía a la cuadra que era la pieza mayor de esta
edificación con una ventana pequeña y una verja en forma de cruz y también una pequeña
estancia, cuya entrada era por la parte donde se encontraba el poyo de los cántaros
y no tenía hueco de luz.
Del pasillo que conducía hasta la cuadra, partía una pequeña escalera que conducía a la parte alta de la cuadra dedicado a su pajar. Recuerdo que en este lugar había infinidad de murciélagos colgados de las jaras sobre las que estaban las tejas.
Ruinas del Ventorro en la actualidad |
Como dijo en el título de este
relato, este edificio era denominado El Ventorro y es que según información de
las generaciones precedentes, cuando el camino vecinal de Portezuelo, así como
del Pedroso de Acím y de Torrejoncillo era transitado continuamente, en este
lugar existía una pequeña taberna y a la vez también darían algunas comidas a
los viajeros y camineros que así lo demandaran. En la cuadra, con sus
correspondientes pesebres, descansaban las caballerías. Esta propiedad correspondía
al dueño de la “Finca El Arco” (una de las partes de “Los Baldíos” que fuesen
en aquellos tiempos de este municipio pues ésta finca fue adquirida por Don
Eladio Marcos Calleja y por la familia “Los Mora” de Plasencia. Lo partieron y
correspondió al primero la zona desde la Sierra de Arco desde el Cercado de los
Almendros en línea recta hasta la linde con “Rehana” por la parte sur y por la
parte Oeste con el término de Portezuelo. A “Los Mora” desde la cúspide de la Sierra de Arco hasta
la finca de “La Tijuela” y por la parte Oeste con el término de Cañaveral. La
Villa de Arco con los correspondientes minifundios se encuentra en esta parte
de los Baldíos y así se le denomina… “El Baldío”.
En la época de las cosechas les era cedida la llave del Ventorro a los agricultores que labraban en la finca para mejor descanso en las horas de fuertes calores.
Texto original: Manuel Ramos González
Texto editado: Emilio J. Orovengua
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